4 de marzo de 2023

Juan Alonso
Gestor Cultural
Vientres de alquiler
Supongo que cuando tenemos dinero -¿cuánto dinero?-, el dinero suficiente, podemos caer en el error de confundir nuestros derechos con nuestros deseos. La capacidad de frustración del ser humano es mucho menor si naces en la opulencia del primer mundo, con tantas cosas al alcance de la billetera, que si naces en un país desheredado de Dios, de esos en los que la carencia sitúa a algunas personas en la tesitura de prostituirse, vender un riñón o engendrar y parir a cambio de unos gramos de supervivencia.
Más allá de valoraciones morales o éticas, produce tristeza que todo pueda ser producto de compra y venta, que todo y todos estemos al alcance de unas monedas. Los hijos de países en guerra -como Ucrania- o en la miseria de República Dominicana, en venta. Los órganos de los desventurados de África o Centroamérica, o de la minoría étnica china uigur, en venta. Los vientres de las mujeres inmigrantes y sus vaginas prostituibles en cualquier ciudad de Occidente a la venta, incluso exhibidos en los escaparates de Ámsterdam como mercancía.
“Eso de alquilar vientres pobres para engendrar hijos ricos tiene todo el aspecto de una sofisticada forma de violencia de clase -y de género- de mujeres contra mujeres”
Los genes de jóvenes pajilleros con los ojos azules de futuro prometedor, estudiantes de Harvard, también están a la venta en los bancos seminales, porque con ello también compramos la esperanza ilusoria del éxito. Leo que en uno de cada veinte hogares norteamericanos hay un arma de guerra, eso tan familiar que se llama fusil de asalto. Han llegado a la conclusión de que su anhelo de conquista en los territorios del oeste debía perpetuarse como un derecho constitucional.
Hace no tanto, poco más de 150 años (4 de julio de 1870), se promulgaba en España la Ley de abolición gradual de la esclavitud, a la que se denominó coloquialmente “Ley de vientres libres”, que concedía la libertad a los futuros hijos de las esclavas. El vientre de las mujeres ha sido y es un símbolo de libertad y de derechos humanos. Al cabo de tanto tiempo, la sociedad española vuelve a debatir sobre vientres, ahora en alquiler, que gracias a una retribución adquieren apariencia de libertad.
No creo que debamos dejarnos engañar por nuestros deseos, ni por nuestra opulencia, ni por la capacidad tecnológica y científica que lo permite; eso de alquilar vientres pobres para engendrar hijos ricos tiene todo el aspecto de una sofisticada forma de violencia de clase -y de género- de mujeres contra mujeres, y de algunos hombres también. Abogo por volver a poner de moda el caniche como animal de compañía para enmendar soledades.
Que todo se pueda comprar y vender no nos convierte en ciudadanos más libres, ni nos dota de más derechos, solo profundiza en nuestra dimensión consumidora. El libre mercado, que nada tiene que ver con la libertad del ser humano, se alimenta de provocar nuestros anhelos de posesión más allá de lo razonable, hasta el punto de hacernos creer que tenemos el derecho a tener cuanto deseamos.
Quizá las Titas Cervera y las Obregones -y también los Miguel Bosés- no sean más que la punta del iceberg de una realidad social latente, que pone al alcance de la mano de las clases medias asuntos que antes estaban relegadas a minorías; aquellas que podían permitirse el lujo de pagarse abogados que les diseñaran argucias legales en el extranjero y viajes al tercer mundo, en busca de víctimas e impunidad. Se puede ser hijo de un abuso de varias formas, también así.