4 de mayo 2023 / Juanjo Matas Rosúa
Texto revisado y corregido por Eva Aguilera Parejo
José Antonio es ingeniero, y ha pasado 6 meses trabajando en la base británica de investigación Rothera, en el continente antártico entre focas, leones marinos y pingüinos. Una increíble experiencia que tenemos el placer compartir con todos vosotros
El entrevistado en una embarcación
Continuamos con otro artículo más de nuestra serie «Los Rostros del Exilio». En esta ocasión, tenemos el placer de hablar con José Antonio Valverde. Este lojeño de 32 años ha estado trabajando en la base británica de Rothera, en el continente antártico, durante 6 meses. José Antonio nos atiende por videollamada desde el Polo Sur.
Hola, José Antonio. ¿Nos podrías hablar un poco sobre tu formación y las razones de salir de España?
Yo estudié Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad de Granada. Al acabar, estuve un tiempo buscando trabajo, aunque bien es cierto que tampoco lo estuve haciendo con mucho ahínco. Al no encontrar nada y tener interés en conocer la cultura británica, me fui a Reino Unido con mi pareja. Allí estuve 6 meses trabajando de au pair. Cuando ya controlaba el idioma, encontré trabajo de ingeniero; aunque me costó lo mío. Siempre es muy difícil encontrar el primer trabajo de tu sector sin experiencia. Y en el extranjero, aún más.
En Reino Unido he vivido en Oxford, Liverpool, Glasgow y, por último, Cambridge. En total llevo más de siete años fuera de España.
Imagen de la base antártica de Rotheran
Y cómo surge la oportunidad de irte a trabajar a una base del Polo Sur?
Pues fue bastante curioso. Yo estaba trabajando en la obra de un supermercado, ya en su etapa final. Una tarde, hablando con un operario de máquina, empezamos a debatir sobre el tema de las vacunas. Él era antivacunas y me comentaba que no era justo que nos obligasen a vacunarnos, que era un atentado contra nuestra libertad. Yo le argumentaba que era importante también para cuidar a nuestras familias. Y, en fin, todos conocemos los debates que se dieron en este aspecto. En un momento de la conversación, me dijo que él iba a perder un trabajo en la Antártida; porque si quería ir allí a trabajar, debía tener la pauta completa.
Al decirme esto, me llamó mucho la atención. Estuve toda la noche dándole vueltas a la idea de trabajar en la Antártida. Al día siguiente, le pedí el contacto de la empresa, hablé con ellos, les mandé mi currículum, me cogieron y aquí estoy.
Orcas y focas en los alrededores de la base
¿Y en qué consiste tu trabajo en la base?
Yo vivo en la base británica de Rothera. Esta base es muy antigua. Tiene muchos edificios que hay que renovar, además de la pista de aterrizaje. Mi empresa está construyendo un edificio que va a jubilar a otros cinco que están obsoletos: vamos a reformar la pista de aterrizaje y a construir una torre de control para el mismo aeropuerto. Esta temporada no dará tiempo a acabar todo, por lo que la temporada que viene también volveré. Hay que tener en cuenta que aquí solo se puede trabajar durante el verano austral, que sería nuestro invierno del hemisferio norte. La temporada de estancia aquí para la mayoría de personas de la base es de seis meses.
¿En la base convivís tanto trabajadores (como tú), científicos y el resto de personal que hace funcionar la estación? ¿Cómo es la convivencia?
Sí, aquí vivimos unas 130 personas. Aunque la base tiene capacidad para 150, normalmente nunca está al completo. Esta base, a diferencia de otras que solo funcionan en verano (como las bases españolas), está ocupada todo el año. No obstante, en invierno solo hay unas 30 personas trabajando aquí.
Convivimos científicos, trabajadores de mi empresa, cocineros, fontaneros, electricistas… Aquí todo el mundo es necesario: igual de importante es un científico, que el fontanero que se ocupa de la calefacción, o el cocinero que nos hace de comer. Sin el personal de mantenimiento aquí no sobreviviríamos. Todos hacemos falta.
Vista desde uno de los buques mediante los que se llega a las bases del Polo Sur
Por eso, es fundamental que exista un buen clima de convivencia entre todos. Esto es un espacio reducido y debe haber mucho respeto y buen ambiente entre todos. Afortunadamente, es algo que se trabaja mucho. Antes de venir hacemos una semana de adaptación, donde nos conocemos y tenemos contacto unos con otros para trabajar en un ambiente interpersonal positivo. Por ejemplo: para trabajar la idea de igualdad, una vez a la semana todos fregamos los platos o limpiamos la base. Así se fomenta el concepto de que todos somos iguales aquí, independientemente de que seas el capitán de la base o un técnico electricista. Claramente, cada uno tiene unas responsabilidades asociadas a su cargo; pero nadie está por encima de nadie.
Y durante vuestro tiempo libre, ¿qué hacéis?
En la base el único vehículo que siempre está disponible son tus piernas; así que, sin alejarse mucho de la base porque puede ser peligroso, paseamos mucho por la costa y por los alrededores de la base. Los paisajes y la naturaleza son increíbles. No hay contaminación y ves muchos animales salvajes. También tenemos una zona donde podemos esquiar y hacer snowboard. Yo, aun habiendo vivido muchos años en Granada, solo fui una vez a esquiar; pero aquí he aprendido a hacer snowboard. Ocasionalmente podemos hacer excursiones a algunas zonas más alejadas. Por ejemplo: hace poco fuimos en barco a una isla que está a unos 10 kilómetros, donde hay una cabaña para pasar la noche. Fue una experiencia muy singular, aunque los elefantes marinos no nos dejaron descansar mucho.
También, tanto científicos como otros trabajadores que estamos en la base organizamos charlas sobre diferentes temas. Son muy interesantes, porque aprendes sobre muchos campos. Pero además, estas charlas sirven para conocernos más y crear un mejor clima de convivencia, tal y como hablamos antes. Yo, por ejemplo, hice una explicando el proyecto que estaba haciendo aquí mi empresa. También he ido a otras sobre meteorología o sobre las investigaciones que desarrollan aquí los científicos.
José Antonio en una de las obras que lleva a cabo su empresa en la base
Alguna que otra vez también hemos tenido «visitas» que rompen un poco la monotonía. Por ejemplo: en febrero nos visitó el buque científico de la armada Hespérides. Atracó en nuestro puerto, ya que esta base es una de las más importantes por la zona en la que está localizada y por tener aeropuerto. Como curiosidad: dentro del buque venía una profesora granadina de mi Universidad. Fue curioso encontrar a una paisana en el otro extremo del mundo, literalmente.
España tiene dos bases en la Antártida: la Juan Carlos I y la Gabriel de Castilla, que solo están operativas en el verano austral. Las dos son bases científicas, pero la segunda también tiene funciones militares. La armada es la encargada de abrirla y ponerla en funcionamiento todas las temporadas.
¿Qué es lo más positivo y enriquecedor que te llevas de esta experiencia?
Sin duda, la naturaleza y la vida salvaje. El estar sentado a la orilla del mar y ver orcas, pingüinos, focas o leones marinos es algo difícil de explicar. Parece que estás viendo un documental de La 2. La falta de contaminación y los paisajes son brutales. Es un territorio salvaje, sin apenas presencia humana. Sientes que esto es un territorio sin presencia humana y no todo el mundo tiene la oportunidad de poder venir aquí. Es una experiencia única.
¿Y lo más duro?
Estar alejado de mi familia, mi pareja y mis amigos. Además, ha sido duro en exceso porque hemos tenido muchos problemas con las comunicaciones exteriores. En las últimas semanas sí hemos tenido buena conexión a internet; pero anteriormente, no: no podíamos hacer videollamadas, y el teléfono también funcionaba bastante mal. Se hacía muy duro saber que, si tenían algún problema, no podías estar ahí con ellos. O el simple hecho de no poder acompañarlos en el día a día es bastante duro.
Por lo que me cuentas, vas a repetir la experiencia.
Sí, la temporada que viene vuelvo a seguir trabajando en los proyectos que te he comentado. La temporada siguiente no lo sé: dependerá de mi empresa y de si sigo haciendo falta por aquí. Pero, sí, tengo ganas de volver. Eso sí, después de estar un tiempo con los míos, que ya va tocando.
Viendo masas de hielo en el océano Ártico a bordo de una lancha