12 de febrero de 2023
Sergio Piñar Guerrero
Estudiante de Ciencias Políticas
Un año después
Reivindicando la implicación de los jóvenes en política y movimientos sociales, así es como comencé hace poco más de un año con la publicación de mi primer artículo en este medio digital. A lo largo de estos doce meses he ido intercalando asuntos de incumbencia para los jóvenes junto con la actualidad local, autonómica y nacional.
La libertad de expresión es un derecho que se reconoce en nuestra Constitución de 1978 después de 40 años de régimen dictatorial en el que, por esto mismo, por expresarse libremente, podías ser encarcelado y/o asesinado. Razonablemente, esto dejó una marca de por vida a quiénes vivieron esa época arrastrando hasta el día de hoy un temor a opinar libremente por las consecuencias sociales, personales y laborales que esto pudiera ocasionarles. Un miedo que en parte se ha ido transmitiendo de generación en generación creando temas tabúes que no deberían serlo y que cuando se tratan en público pueden crear fricciones entre personas con una relación de amistad o incluso de parentesco familiar. Sin embargo, lo cierto es que la mentalidad de las nuevas generaciones en este sentido es notablemente diferente. El desarrollo de la democracia, la proliferación de las redes sociales y la alfabetización de la sociedad son factores determinantes en la creación de un criterio propio distinto al del poder político.
Algo íntimamente relacionado a esto es el reconocimiento de la libertad de prensa. Un derecho que permite la independencia de los medios de comunicación dejando a un lado el control gubernamental y político. Sin embargo, se ha producido un intercambio en el control de los medios de comunicación del poder político a otro poder más poderoso en nuestros días: el capital. Es sabido por todos que la gran mayoría de medios son propiedad de grandes empresarios con unos intereses determinados más allá del de informar y entretener. Algo que se ha hecho más evidente aun en los últimos años con la difusión de bulos y medias verdades ya no solo en las redes sociales, sino también en la televisión, la prensa escrita o la radio.
El pluralismo periodístico es indispensable en democracia y en cualquier ámbito, tanto en el nacional y autonómico como en el local. Quizás sea en el último de ellos, en la esfera municipal, donde sea más importante aún por la dificultad que conlleva mantener un medio periodístico. Es sano, democráticamente hablando, tener más de una perspectiva sobre ciertos asuntos o publicar información que en otro digital no se publicaría, aunque haya quien no se sienta cómodo.
Al fin y al cabo, dos conceptos como libertad y diversidad son los que deben de caracterizar a los medios de comunicación: la libertad de escribir y opinar junto a la diversidad de temas a tratar; no todo el que escribe puede decir que esto se le respete, yo sí.