¿Sabías que el primer molino de Riofrío se construyó hace más de 300 años? ¿O qué la primera industria hidroeléctrica de Granada fue lojeña? En este artículo vamos a descubrir la historia de algunos de los ingenios hidráulicos que salpicaban el valle de Riofrio y la Tajea
Compuerta del caz, o acequia dulce, en la Tajea. Desde aquí se conducía el agua hacia los diferentes regadíos de la vega y también hacia la maquinaria de los molinos
Comenzamos una nueva sección en La Plaza Digital con el objetivo de difundir el patrimonio más desconocido de nuestra comarca. En este primer artículo vamos a hablar de algunos los molinos más importantes que existieron en la ribera del río Salado y río Frío. En la realización de este artículo nos hemos apoyado en las investigaciones del historiador lojeño David Gómez Comino, que lleva años estudiando los ingenios hidráulicos de esta zona y rescatando del olvido la historia de estas maravillas de la ingeniería.
El valle de Riofrío y la Tajea
En este valle se han descubierto yacimientos arqueológicos de la edad del Cobre, por lo que los primeros pobladores llegaron a estas tierras hace 5000 años. En posteriores excavaciones arqueológicas, los historiadores también han descubierto restos de la cultura argárica, lo que indica que, desde hace milenios, esta zona fue un lugar atractivo para los asentamientos humanos.
El siguiente pueblo del que se tiene constancia que habitase esta fértil vega, fue el romano, así lo constata la existencia de una villa romana en Cerro Cepero, localizada en lo que hoy es el núcleo urbano de Riofrío.
En las etapas históricas posteriores no se ha descubierto grandes núcleos de población, principalmente porque en la época nazarí este valle fue un lugar de paso fuertemente vigilado. Las tropas musulmanas vigilaban esta área desde las dos atalayas que coronaban sus montañas -de las cuales aún quedan restos- la conocida como La Torrecilla, en la Venta del Rayo, situada a casi mil metros de altitud, y la torre de la Silla del Moro. Desde estas torres, los vigías de los ejércitos del reino de Granada oteaban los movimientos hacia Málaga por el Puerto de los Alazores.
Estas dos atalayas formaban parte del sistema defensivo del distrito de Loja en la época nazarí. Estaban situadas en puntos estratégicos, con una amplia visibilidad y se comunicaban mediante señales de humo durante el día, o almenaras (fuegos) en la oscuridad de la noche.
Por su carácter fronterizo, y posible escenario de escaramuzas o asaltos, el valle de Riofrío no comenzó a poblarse hasta finalizada la conquista de Loja por las tropas cristianas. Es a partir de 1486 cuando comienzan a llegar los primeros pobladores, que comienzan a desarrollar nuevos regadíos en la vega y empiezan a construir los primeros molinos para aprovechar la energía del agua de los ríos y manantiales que surcan esta tierra.
Los comienzos de la industria molinera de Riofrío y la Tajea
Una vez que comienzan a asentarse los nuevos habitantes, procedentes de otros puntos de Andalucía y Castilla, comienzan a cultivar la fértil vega de este valle. Debemos de tener en cuenta que en esta época el pan era el alimento principal, por lo que los primeros ingenios hidráulicos que se construyeron tenían como objetivo producir harina.
El cultivo del olivar en este período era totalmente minoritario, no asemejándose en nada al paisaje actual, aunque conforme avanza el tiempo se les va añadiendo almazaras a los diferentes molinos harineros para producir también aceite de oliva. Incluso alguno de los primeros ingenios hidráulicos eran batanes, maquinarias que usaban la fuerza del agua para transformar tejidos como la lana, el lino o el cáñamo.
El molino de la maquinilla, el primer ingenio hidráulico de Riofrío
Este es el primer molino construido en el valle. La primera referencia que se tiene data de 1680, siendo su maestro molinero en esa época Francisco de Cárceles. Este molino estuvo funcionando de forma continua hasta 1950, es decir, 280 años, casi tres siglos de familias molineras habitaron bajo su techo, produciendo toneladas de harina que alimentaron a generaciones de campesinos que trabajaron en estas tierras.
El martinete del cobre
Sin duda este es uno de los ingenios más curiosos y llamativos. Su construcción data del año 1700. Fue mandado construir por Pablo Amigo Navarro, rector del hospital Nuestra Señora de la Misericordia de Loja. Se construyó aprovechando la infraestructura existente de un antiguo batán, una máquina destinada a transformar tejidos en bruto, como la lana, a tejidos aprovechables para hacer ropa u otros utensilios textiles.
Los martinetes eran unas fábricas destinadas a fundir y transformar el mineral del cobre usando la energía hidráulica. El cobre para el martinete de Riofrío provenía de la cercana mina de nuestra Señora de la Candelaria, y como combustible para fundir el metal se usaba carbón de quejigo, cornicabra y agracejo. Maderas autóctonas que eran fácilmente transformables en carbón vegetal por los carboneros, un oficio que era bastante común en las zonas boscosas y rurales pero que, como tantos otros, ha desaparecido.
El Martinete de Riofrío fue uno de los primeros que se construyeron en la provincia de Granada, junto con el de Fuente Vaqueros y los dos que existieron en Güejar Sierra, también construidos en el siglo XVIII.
En esta fábrica se producían calderos, planchas de cobre para la industria naval y, no se descarta, que también se produjesen otros utensilios metálicos para aperos del campo o herramientas varias. Toda la producción de este Martinete se consumía en Loja y en los alrededores.
En 1717 al Martinete se le añadió la maquinaria necesaria para también ser un molino harinero. Este molino fue clausurado de forma definitiva en 1834, y a pesar de llevar abandonado tanto tiempo, es uno de los que mejor estado de conservación presenta.
Restos del Martinete de cobre de Riofrío. Este ingenio se construyó sobre un antiguo batán y estuvo en funcionamiento hasta 1850. Foto de La Plaza Digital
Los molinos de la Tajea; Labadera y Palanquilla
Para descubrir el origen de los molinos de la ribera de la Tajea tenemos que remontarnos a 1635, hace casi 400 años, cuando los vecinos de esta zona construyeron una presa de mampostería para protegerse de las riadas del río Salado. Esta presa también se usó para subir el nivel del río y poder derivar el agua hacia un caz que discurre paralelo al río y que se usaría, además de para regar, para alimentar la maquinaria de los dos molinos de la Tajea.
El molino Labadera
Se documenta la existencia de este molino en 1803, a raíz de una denuncia del propietario contra el maestro molinero, José Lucena, por meter cerdos en sus tierras. Era un molino harinero y de aceite, y según el historiador lojeño David Gómez, contaba con un juego de muelas de La Ferté, una importante empresa francesa, afincada en el río Marne, muy cerca de París, donde se producían las mejores piedras molineras de Europa.
Un signo de la importancia para la economía local que tuvo este molino, si sus propietarios tenían la capacidad de comprar y transportar piedras molineras desde Francia hasta la Tajea.
Labadera también poseía un horno y una panadería, ambas estancias totalmente derrumbadas. El aceite se guardaba en enormes tinajas de barro, sepultadas hoy bajo los escombros, pero que hasta no hace muchos años aún se podían ver, al igual que la enorme compuerta metálica que daba paso al agua para mover el rodezno, donde podía leerse una inscripción que indicaba que había sido fabricada en los altos hornos vascos.
El molino de Labadera estuvo en funcionamiento hasta los años 70 del siglo pasado. Actualmente se encuentra en un estado de total ruina, siendo utilizado como corral de cabras, apenas quedando en pie las paredes que conforman su perímetro.
Molino de Labadera, en la Tajea. Era un molino harinero y de aceite y se documenta su existencia en 1803. Foto de La Plaza Digital
El molino de Palanquillla
Es el segundo molino de la Tajea y se desconoce la fecha de su construcción, aunque debió de producirse en el siglo XIX. De tamaño mucho más pequeño que Labadera, estuvo moliendo harina hasta los años 80, a partir de entonces solo molía sebo para animales particulares de la zona. Actualmente se encuentra derruido casi en su totalidad, aunque hasta no hace mucho tiempo podía observarse parte de la maquinaria del molino; sus poleas de madera y correas de cuero. Años atrás, antes que se derrumbase, se podía apreciar la belleza en su construcción, la acequia que suministraba el agua a la maquinaria rodeaba todo el cortijo y a través de un pequeño puente se accedía a la vivienda. El rumor y el frescor del agua eran la compañía constante en estas construcciones.
Molino de Palanquilla, en la Tajea. Este molino se construyó durante el siglo XIX y estuvo en funcionamiento hasta los años 80. Foto de La Plaza Digital
Industria hidroeléctrica
En Loja existieron dos fábricas de electricidad, una en Plines, propiedad de la Compañía Lojeña de Electricidad, fundada en 1891, siendo la primera compañía hidroeléctrica granadina y otra ubicaba en Riofrío, en la antigua fábrica harinera de Mengotti que data del año 1912. Contaba con dos generadores para abastecer a Riofrío, la Venta del Rayo y los cortijos de los alrededores.
En 1911, 1934 y 1946 existieron varios proyectos para construir otra fábrica de luz junto al cortijo de San Antonio, que aprovechase también las aguas del río Frío a partir del levantamiento de una presa junto al antiguo puente de Riofrío, pero no se llevaron a cabo.
Un patrimonio que necesita protección y conocimiento
El sonido de los molinos se apagó hace décadas en este valle. Tras casi cuatrocientos años de historia, los restos de estos ingenios desaparecen entre las zarzas y el olvido. Durante siglos, estas sofisticadas máquinas molieron harina, fabricaron aceite y dieron trabajo a generaciones de familias molineras, dando vida a todo el valle. La llegada de las almazaras modernas y la industrialización en los procesos de la molienda supusieron el fin de esta potente industria.
Un patrimonio que corre un serio peligro de desaparecer; la falta de protección, el desconocimiento del mismo, el cambio climático o la construcción de infraestructuras ferroviarias son algunos de los peligros más inmediatos que podrían condenar al olvido la historia de los molinos de la Tajea y Riofrío