Sergio Piñar Guerrero
Estudiante de Ciencias Políticas
Incultura del esfuerzo
“Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades”, así define la Real Academia Española al concepto esfuerzo, entre otros significados. Un concepto que utilizan mucho los defensores del capitalismo y el liberalismo para justificar la existencia de las clases sociales, la reducción o la eliminación de los impuestos, la imposibilidad de ascender socialmente u otros asuntos de debate público y que cada vez que salen a la palestra utilizan para defender su posición.
También es un término que ciertos personajes públicos, a menudo relacionados con la política, usan para referirse a la juventud como vagos de una forma edulcorada a través de la expresión “cultura del esfuerzo”. La última fue la presidenta de la Comunidad de Madrid, donde en un foro con gente joven decía que los jóvenes de ahora lo tenemos todo pero que nos falta la cultura del esfuerzo.
Es innegable que por suerte ahora todos tenemos el derecho y el deber de recibir una formación gracias a la educación pública; que gracias a la universidad pública y al sistema de becas los hijos y las hijas de los jornaleros, los obreros, los ganaderos o de cualquier trabajador tiene la posibilidad de estudiar un grado, un máster o un doctorado, quizás este haya sido uno de los grandes avances conseguidos en la década de los 80 gracias al desarrollo del Estado del bienestar. Pero también es innegable que la herencia social, el haber nacido en una familia de ricos o de trabajadores, determina en parte las expectativas de futuro y la condición social de una persona.
No se puede limitar el éxito laboral y personal de un individuo únicamente al esfuerzo; que se lo digan a tantísimos jóvenes que, tras muchos años de formación, a veces incluso trabajando a la vez que realizan sus estudios, no consiguen un empleo de lo que llevaban años preparándose o ven como única salida seguir estudiando para conseguir una plaza en la administración pública.
Sabela, una chica trabajadora, exponía en un programa de televisión como de complicada está siendo su proceso de búsqueda de un piso cerca de su puesto de trabajo. Con un sueldo de 1.700 euros lo que está encontrando son habitaciones o apartamentos con unas condiciones nefastas por casi la mitad de lo que gana a final de mes. La respuesta de un economista, supuestamente progresista, ridiculizando la situación de la joven y negando que ella pudiera aspirar a vivir en un piso en Madrid cerca de su trabajo fue lamentable.
Lo que deberíamos pensar es si este problema que relata Sabela lo tendría una persona proveniente de una familia de clase alta con un rendimiento similar a lo largo de su vida escolar y laboral. La respuesta con casi toda probabilidad es que no.
Es muy fácil desde un atril o desde una posición de privilegio aludir al esfuerzo como si la supuesta falta de la cultura del esfuerzo de los jóvenes fuera el origen de todos los problemas de la juventud española, pero sabemos que no. Quienes lo achacan todo a los méritos saben perfectamente que hay más condicionantes que ese para prosperar, pero necesitan de la meritocracia para seguir custodiando unos intereses que nada tienen que ver los de la mayoría de la sociedad española.