José María Martín
Trovador en la Última Frontera
Sesenta años cumplidos
Corría el año sesenta y dos,
de un veinticinco de Agosto,
sobre las doce de la mañana
llegó a la botica su hermana.
Manolo vete pa tu casa,
que Mariquilla la de Luz
está con fuertes dolores
a punto de dar a luz.
En mitad la Cuesta del Arca,
ni se pensaban ni suponían
que veníamos con sorpresa,
pues no había ecografías.
Aunque a mí no me tocaba,
pues yo era sietemesino,
tocaba a mi hermano Ángel,
que él sí que estaba cumplido.
Me acuerdo como si fuese ayer,
que me dijo: “nene, quita
que yo tengo que nacer,
voy a conocer a mamita”.
Y dándome un empujón, nací yo,
todo lleno de incertidumbre.
Me dijo “nene”, porque aún
no nos habían puesto el nombre.
No llegué a dos kilos y medio,
pero no había incubadoras,
aunque, lo que a mí me faltaba,
mi hermano lo compensaba.
La feria iba a empezar,
era sábado, sabadete.
Por eso me gustan tanto
las fiestas y lo del guateque.
Estuvimos siete meses
en aquel sitio calentito.
Mi hermano Ángel y yo
tranquilos y muy juntitos.
Luego otros nueve años
durmiendo en la misma cama,
al año y poco Ramón,
también nos acompañaba.
Manolo lo celebraba
con un pedazo de sonrisa,
de oreja a oreja le llegaba,
por la tan grata noticia.
También estaba contenta
María, pero más prudente,
“Dos cabezones decía”
si no escuchaba la gente.
Luego nos fuimos
a vivir a los jardinillos
donde todo era jugar,
jugar y jugar na más.
Solallico, migoina,
a carne o al pilla-pilla,
pilla-tos, al correcalles,
a trapos o las caillas.
Al zumillo, al pañuelo
al trompo, o al oyuelo
o a tocar en las puertas
y asustar algún abuelo,
A plis, al cinto, o al reondel,
con un clavo en la rayuela
o te ibas a hacer candelas
cuando salías de la escuela.
Con pirulos, con el Félix,
con Luque, mi primo Andrés,
con Antonio, con Ramón,
los Jardineros, los Morales.
Los Loperas, el Jorge,
el Andresillo y Carilla,
y luego los más chiquitillos
que tos eran cascarilla.
Hace ya sesenta años
y aquí lo estoy recordando,
tengo muchas cosas que hacer
con esto os vais apañando.
Si no ha salido muy bien,
os ruego me perdonéis,
pues con tiempo no trato
y lo he escrito en un rato.
Y haced caso del refrán
y con el que de acuerdo estoy:
“Que ya nunca seremos
tan jóvenes como hoy”.