Andrés Ruiz
Politólogo
Ya está aquí
Recuerdo ofenderme cuando, en los albores de la pandemia, un profesor del máster que cursaba por entonces en Madrid, se atrevió a poner en duda la celebración de la Semana Santa de 2020. “Usted no entiende cuánto significa la Semana Santa para los que la vivimos con pasión, por eso piensa que es algo que puede ser suspendido por cualquier contratiempo”. Eso fue lo que le dije a mi profesor, sin embargo, pocas semanas después, ocurría. Todo se detenía, todo, incluso aquello que yo creía que no había fuerza capaz de detener: la pasión de los lojeños.
Desde entonces, dos años en los que una pandemia nos ha obligado a vivir sin pasión y a poner en orden nuestras prioridades de la forma más cruel, por si el camino nos había hecho desordenarlas.
Pero hoy, dos años después, Viernes de Dolores, los nervios en la barriga no dejan lugar a la duda: la Semana Santa YA ESTÁ AQUÍ. Cuando la Virgen de los Dolores del Barrio Alto de Loja dé hoy sus primeros pasos a hombros de sus horquilleros desde la Iglesia de Santa de Catalina, cuando escuchemos las cornetas y los tambores por las esquinas teoleteras, el vello se nos volverá a erizar, los sentimientos estarán a flor de piel y los recuerdos volverán a impregnar calles y fachadas cual lluvia del desierto.
Todo ello, con nuestra mente puesta, inevitablemente, en la gente que nos ha dejado en este tiempo, gente con la que compartíamos los momentos de emoción que brinda la Semana Santa. Llegados a este punto, me resulta imposible no dedicar unas líneas a mi amigo Álvaro. Aun no me imagino salir a ver una procesión y no encontrarme con él en la calle, ni me imagino no comerme su arroz en la espuela de los incensarios o verlo vestido con el hábito de los nazarenos el Viernes Santo. Lo que es seguro, es que va a estar presente en el corazón de toda la gente que le quiere, ahora y siempre.
Para terminar, extiendo este saludo también a los cofrades de todo el Poniente Granadino y les deseo que vivan una gran Semana Santa. La pasión ha vuelto, que no se vaya nunca más, pero sobre todo, que estemos aquí para sentirla.