Juan Alonso
Gestor Cultural
Tiempos salvajes
“Tiempos nuevos, tiempos salvajes…” era el verso punki que abría las estrofas de aquel tema insurreccional de Ilegales en los 80. Iniciar la redacción de una opinión inspirado en la letra de una canción no es para mi un método infrecuente. En este caso concreto, qué premonitorio todo para escribir sobre la zozobra del asombroso último lustro en España.
De puro vértigo, apenas recuerdo ya el sobresalto del “procés” catalán y los porrazos y la declaración de independencia y lo del 155 aquel. El intento de secesión de 2017 nos puso al borde de un justificado ataque de nervios. Se pueden afrontar cambios de gobierno sin berrinche y hasta con gusto, incluso de sistema político sin otro miedo que el consustancial a cualquier cambio de porvenir, pero no se puede soportar una desintegración territorial sin hemorragia masiva.
Ya habíamos pasado por las vergüenzas en diferido que tanto socavaron nuestra autoestima colectiva (Gürtel, Púnica, Noós, Pujol, Malaya, ERE, Bárcenas…), y que hicieron cumbre con la huida al mundo jeque del prócer emérito de la Transición. El relato legendario de nuestra historia reciente (nuestro propio “procés” nacional) corroído por la herrumbre de las comisiones y los paraísos fiscales.El país con la moral por el suelo recitando a Hamlet sobre el ser o no ser de las instituciones del Estado y la continuidad de corona sobre la frente del príncipe de Dinamarca.
Y luego vino el miedo a perder la salud y la vida ante un mal inconcebible en forma de epidemia global. Los mercados de la China habían transgredido algunas fronteras naturales de lo salvaje, y un virus -dicen de pangolín- irrumpió en nuestras vidas y caímos como moscas y entramos en estado de alarma sanitaria sin más protección que aquellas mascarillas inexistentes. En el futuro nos lo recordarán los libros de texto y la estrechez abrupta de los cementerios.
Erre que erre. Ahora miedo sobre miedo, miedo a perder el estado de bienestar en que vivimos instalados desde hace dos generaciones, por causa de una guerra de geo-estrategas con amenaza nuclear. Inflación y carestía suenan a palabras de púlpito y penitencia propias de esta economía-religión de libre mercado. El capitalismo ha perdido su pátina social y se ha desbocado, y las leyes de la oferta y la demanda que nos trajeron los corderos desde el monte Sinaí nos enseñan sus dientes de lobo ultraliberal.
Tras estas calimas de marzo -también salvajes- que pusieron el cielo de un extraño naranja, ya mismo entramos en el miedo conocido de la emergencia climática y los miedos por conocer del bitcoin y el metaverso. El temor y la incertidumbre llevan a muchas personas a dejar de pensar con la cabeza según el consejo del corazón, para recurrir a una convicción maloliente que emana del aparato digestivo. Mucha cabeza y mucho corazón hacen falta para impedir que recojan las nueces de la debacle los cosecheros de la desazón de las tripas.
Sigue cantando. “Tiempos nuevos, tiempos salvajes (…) levantate y lucha, esta es tu pelea, no voy a luchar por ti”. Hay mil razones para la desasosiego ante estos tiempos nuevos y salvajes que nos preocupan, pero tú sigue cantando.