Juan Alonso
Gestor Cultural
Sueño con serpientes
Escribo este texto sin saber si una luz cegadora o un disparo de nieve nos habrá barrido de la faz de la tierra cuando deba ser publicado. Lo empiezo dando palos de ciego, sin ver una salida para esta nueva guerra europea en la que ya estamos perdiendo todos. Parece que de pronto nuestro continente se hubiera asustado del futuro, y hubiese decidido regresar al relato de los libros de texto del siglo XX, cuando el orden del mundo se escribía con una lógica paranoica de bloques y pánico nuclear.
No quiero pensar que volver sea una opción; ni a la guerra fría, ni al precámbrico aquel de seres unicelulares y esponjas después de una extinción atómica. En la Europa del siglo XXI no tiene cabida ningún plan para eternizar a los dioses del ocaso instigado por nadie, y mucho menos por oligarcas decadentes que exhiben coraje -menuda paradoja- acojonados por la pérdida del statu quo imperial.
Invadir o conquistar no parecían verbos -antes de ayer- para declinar el porvenir del continente. Pero si. Volveremos a habitar en países alineados, la utopía pacifista será reemplazada por la lógica aplastante del militarismo y el rearme, la sostenibilidad ambiental penderá del botón nuclear y retornaremos a aquella visión recelosa de nosotros mismos, que a uno y otro lado de un muro en Berlín o en Kiev, nos convierta en idiotas maniqueos.
¿Desde qué tipo de razonamiento se puede impedir que un país soberano decida sus alianzas? ¿Quién tiene la culpa de que las “democracias” autoritarias -putinianas- no seduzcan a sus vecinos en la misma medida que las democracias liberales, con todos sus defectos? Es lo que tiene el espíritu de conquista. Millones de mujeres, con sus ancianos y sus hijos, camino de las fronteras. Millones de hombres, con su miedo y su soledad a cuestas, camino del frente y quizá de una muerte violenta. Seres humanos camino del odio a través de las ruinas y de las décadas venideras.
Aún así quiero ser optimista. Menudo idiota. Veo con esperanza esta forma nueva de respuesta global para bloquear la economía de un régimen opresor y violento, de aislarlo en su sinrazón sin tiros ni ojivas de uranio y plutonio. Veo en mi ingenuidad de ciudadano anónimo que entre poner la otra mejilla o devolver el bombazo hay otras formas de respuesta global alternativas que también duelen y disuaden.
Imagino que en Rusia se alza un movimiento social de gente pacífica que le exige a su ejército el alto el fuego, y que los soldados obedecen. Después de amenazarnos a todos con su mirada sociópata, espero que al jefe del Kremlin se le compliquen las cosas en su propia casa, tanto como a Ceaucescu en Rumanía o a Mussolini en la viga aquella de una gasolinera de la plaza Loreto de Milán en 1945.
Sueño que así suceda, y confío en el efecto demostrativo de la acción sobre todos los regímenes distópicos del mundo gobernados por servidores de pasado en copa nueva. Aunque hoy, todavía, nos toque soñar con serpientes. (Gracias Silvio, por las cursivas prestadas).