Texto repasado por la correctora Eva Aguilera Parejo
Bea Gallego
Trabajadora social, educadora y experta en violencia de género.
¿Quién se encarga del bienestar?
En la era en la que una parte de la población tiene asumida la supuesta igualdad de derechos entre hombres y mujeres solo hace falta echar la vista alrededor para darnos cuenta de que esto es una realidad lejana y casi utópica todavía. El neoliberalismo económico que envuelve nuestra sociedad nos ha hecho pensar que, en cuanto una mujer pueda ocupar un alto cargo o exista una (minoría) de ejecutivas en el IBEX 35, la igualdad es algo plausible.
Aunque es cierto que las mujeres hemos ido ocupando progresivamente un lugar en el mercado laboral, no podemos olvidar que somos nosotras las que hemos adquirido la llamada «doble jornada». Esta incorporación al mercado laboral no ha ido de la mano de un reparto equitativo de las tareas domésticas. Las mujeres hemos tenido que seguir a cargo del cuidado del hogar y compaginarlo con una jornada laboral. Teniendo en cuenta que las políticas públicas no nos favorecen en materia de conciliación familiar y que durante estas últimas décadas hemos tenido que hacer malabares para cuidar y trabajar a partes iguales; hemos ido exigiendo progresivamente a nuestros compañeros que tomen el lugar que les corresponde como adultos funcionales en el hogar, es decir, que se ocupen de las tareas y se repartan las mismas
Somos nosotras las que hemos adquirido la llamada «doble jornada». Esta incorporación al mercado laboral no ha ido de la mano de un reparto equitativo de las tareas domésticas. Las mujeres hemos tenido que seguir a cargo del cuidado del hogar y compaginarlo con una jornada laboral
Hasta aquí a nuestros hombres no les ha quedado más remedio que ir adaptándose a los cambios sociales que nos afectan a todos y a todas, pero nos queda un gran camino que recorrer: que ellos asuman que la repartición de las tareas no es cosa nuestra sino de ambos.
Hablo de la llamada «carga mental» y la saturación que nos produce como consecuencia a las mujeres. La carga mental no es sino el tener que estar atenta a todo lo que concierne al hogar y al cuidado: la cita con el pediatra, la lista de la compra, poner la lavadora o planchar el uniforme del colegio los domingos. Tener este catálogo mental de lo que se debe hacer, comprar, cumplir. De ahí la gran frase que nos acompaña a la mayoría de nosotras cuando una tarea, por evidente que parezca, no está hecha: «¿Por qué no me lo has pedido?». De nuevo, recae sobre nosotras el trabajo, el estar atenta, el no desconectar jamás.
El agotamiento crónico de las mujeres en el hogar está muy relacionado con las enfermedades mentales asociadas comúnmente con «los nervios»: ansiedad, depresión, estrés, insomnio… Y es que llevar a cuestas el peso del hogar sin olvidarnos de nuestras propias vidas es algo difícil. Tenemos que mencionar también el escaso apoyo por parte de las instituciones que medicalizan estos problemas que son integrales y no solo médicos.
El agotamiento crónico de las mujeres en el hogar está muy relacionado con las enfermedades mentales asociadas comúnmente con «los nervios»: ansiedad, depresión, estrés, insomnio… Y es que llevar a cuestas el peso del hogar sin olvidarnos de nuestras propias vidas es algo difícil
Así, digamos que la «solución» más cercana y a la vez para nada fácil es el autocuidado: el exigir, como ya hemos hecho tantas veces en nuestra historia, que los roles se equiparen, que las cargas se repartan de tal forma que llegue un momento en que este reparto se reproduzca natural. Y no conformarnos con menos.
Está en juego nuestro tiempo, que es también nuestra libertad, y no solo nos concierne a nosotras. El bienestar no tiene nombre femenino, aunque así nos lo hayan hecho creer.