Agosto 2022 / Juanjo Matas Rosúa
Texto revisado y corregido por Eva Aguilera Parejo
Sus dos torres fueron el germen de los pueblos que conocemos hoy en día. Durante los años de guerra entre las tropas cristianas y nazaríes, sirvieron de refugio para campesinos, ganado y alimentos

Torre de Alquería de Huétor Tájar tras su restauración en 2016. La Ventana superior es la única original, la otra se realizó tras su conquista cristiana. La saetera que se puede ver debajo de la ventana superior también es original. Foto de La Plaza Digital
El reino nazarí de Granada estaba dividido en una veintena de distritos. Uno de los más importantes y estratégicos fue el distrito de Loja, un extenso territorio montañoso atravesado por el río Genil y escudo principal de la capital del reino. Las torres de Salar y Huétor Tájar formaron parte de la red de atalayas defensivas de esta región granadina.
Para proteger este importante territorio, los musulmanes construyeron un conjunto de torres y atalayas con diferentes propósitos y objetivos. Unas servían de puestos de vigilancia, como la que vigila todo el valle de Riofrío y la Tajea, la conocida como la «torrecilla». Otras eran usadas como espacios de refugio para campesinos, ganado y alimentos. Estas últimas se conocen como torres de alquería, y de este tipo son las de Salar y Huétor Tájar.

Una de las dos saeteras originales que posee la torre de Huétor Tájar. Esta torre tiene dos de estos elementos defensivos, pero uno de ellos está cegado al comunicarse con una vivienda privada. Foto de La Plaza Digital
Una tierra sometida a constantes razias y escaramuzas militares
La poblaciones que más enfrentamientos militares sufrían eran aquellas del área más montañosa y fronteriza con la Subbética Cordobesa y con las poblaciones de Priego e Iznájar. Debido este ambiente de violencia entre las tropas musulmanas y cristianas, la población era escasa. Esta se concentraba en torno a los castillos de Cesna y Zagra en busca de protección frente a las incursiones militares cristianas, que llevaban aparejadas destrucción y muerte.
En cambio, en la zona de la vega del Genil, donde se asientan Salar y Huétor Tájar, la población era mucho mayor. Esto se debía a que estaban más alejados de la frontera, poseían una tierra fértil y habían desarrollado sistemas de regadío. Esto no significa que los campesinos estuviesen a salvo de los asaltos. Se han documentado numerosas incursiones de los ejércitos cristianos a la Vega de Granada para destruir recursos y apoderarse de cautivos, ganado o cereales.

Vistas desde la ventana original de la torre de Huétor Tájar. Foto de La Plaza Digital
La construcción de las fortificaciones
Ante la presión militar que los ejércitos cristianos ejercían sobre los asentamientos y los recursos agrícolas de la vega, los dirigentes musulmanes construyen estas estructuras defensivas. Su objetivo era dar abrigo y protección tanto a los habitantes de estos poblados, como a los productos agrícolas y ganaderos que producían.
Estas construcciones no tenían como objetivo evitar la lucha contra el enemigo; sino evitar el robo, el cautiverio y la destrucción de personas y bienes. O, al menos, disminuir el daño causado. Estas fortificaciones, además de la torre principal, también solían poseer una muralla a su alrededor. Así, se aumentaba el espacio de refugio para personas y animales.
La torre de Huétor Tájar
En el centro urbano de Huétor Tájar se erige su torre, alcanzado una altura de casi 14 metros. Fue construida encima de un promontorio que prestaba una defensa natural ante los ataques de los enemigos. Desde su cúspide se observaba (y se observa) toda la vega hueteña. También se establece conexión visual con las otras torres defensivas cercanas como la de Agicampe. Esta es una muestra más de la interconexión y comunicación que existía entre estas fortificaciones para avisarse unas a otras en caso de ataques del ejército castellano, ya fuese mediante hogueras o señales de humo.
La torre ha sido recientemente restaurada y alberga en su recinto un moderno centro de interpretación, donde se puede descubrir toda su historia y el proceso de recuperación de este espacio. La fortificación posee cuatro plantas divididas por unas estructuras de madera que no son las originales. Se tiene constancia de que un grave incendio, del cual aún quedan restos del humo impregnado en la piedra, destruyó las estructuras primigenias de madera. Aun así, podemos ver restos de las vigas originales con más de 500 años de antigüedad encastradas en las gruesas paredes de tapial.
La torre de Huétor cayó en manos del ejército cristiano en 1486, tras la rendición de Loja. A diferencia de la torre de Salar, en la que sí hubo una batalla por su conquista; no se tiene constancia de que hubiese una contienda militar. La causa principal no fue otra que la escasa presencia defensiva (apenas un puñado de soldados).
Tras la caída de Huétor, la torre y gran parte de las tierras que la rodean fueron entregados a Don Álvaro de Luna. Este noble castellano fue acaparando cada vez más territorio hasta que sus descendientes fundaron el señorío de Huétor Tájar en 1559 y se independizaron de Loja.

La torre de Salar, con la casa palaciega adosada que construyeron los herederos de Hernández del Pulgar. Pueden apreciarse varias saeteras como las que posee la fortificación de Huétor
La torre de Salar
La fortificación salareña tiene una altura muy parecida a la torre de Huétor y cumplía el mismo papel de defensa y refugio de la población campesina que vivía en sus inmediaciones. El conocimiento sobre su historia es mucho menor, ya que es de propiedad privada y no se han podido realizar estudios arqueológicos en profundidad. Los historiadores sí saben que el número de campesinos que vivían en Salar era mucho mayor que en Huétor Tájar. La población salareña tenía unos 200 vecinos.
El estado de conservación de la torre es excelente, fundamentalmente gracias al mantenimiento llevado a cabo por sus actuales propietarios. La fortaleza está dividida en dos plantas transitables cubiertas por bóvedas. Se sospecha que en su parte inferior podría albergar un aljibe para el abastecimiento de los habitantes y soldados.
La fortaleza salareña fue conquistada tras la caída de Loja, en 1486, por Hernán Pérez del Pulgar. Fue un importante héroe de guerra castellano que forjó su leyenda en las batallas de Loja, Alhama y Granada contra el reino nazarí. Sus cronistas cuentan que entre 1482 y 1486 residió en Alhama. Allí ocupaba el puesto de contador tras la conquista de esta importante ciudad. Por tanto, era el encargado de proteger el bastión castellano alhameño en el corazón del reino nazarí. Era frecuente que participase en incursiones militares de saqueo y castigo a través de las tierras que aún estaban bajo control musulmán.

El capitán cristiano Hernán Pérez del Pulgar
A diferencia de lo que ocurrió en Huétor Tájar, los soldados salareños (mayores en número que los hueteños) sí presentaron una dura batalla a las tropas cristianas lideradas por Hernán Pérez del Pulgar. Tras la rendición de la ciudad de Loja en 1486, reunió a 15 escuderos y 60 peones y partió hacia la conquista de la fortaleza salareña. La batalla por su control se produjo el 30 de mayo de 1486. En el comienzo de la batalla y tras recibir el impacto de un proyectil lanzado desde la torre, Hernán Pérez del Pulgar fue herido en la cabeza. Las tropas musulmanas salareñas creyeron haber matado al capitán castellano y salieron de la fortaleza para pelear en campo abierto. Sin embargo, Hernán Pérez del Pulgar logró reponerse, agrupar a sus soldados, penetrar en el bastión nazarí y rendir a las tropas granadinas.
Gracias a su valentía en la batalla, los Reyes Católicos le recompensaron con la torre y el señorío de Salar. Al igual que Don Álvaro de Luna, Pérez del Pulgar estableció su residencia en la fortaleza. No obstante, siguió participando en numerosos conflictos bélicos en diferentes puntos del reinado castellano hasta su muerte en 1531 a los 80 años de edad.

La torre de Salar más en detalle
Para realizar este artículo me he apoyado en las investigaciones realizadas por Miguel Jiménez Puertas, Luis José García Pulido, Jonathan Ruiz Jaramillo y Antonio Luis Cortés Peña. Agradecer también al Ayuntamiento de Huétor Tájar y a Juan Antonio, del área de turismo, la visita guiada por su Torreón y su buena predisposición en fomentar el patrimonio histórico de Huétor Tájar.
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