Juan Alonso
Gestor Cultural
La cabeza del ratón... o la cola de un león
Antes de 1993 no existía en los mapas de la Tierra o el cielo ninguna constelación conocida como Poniente Granadino. La parte más occidental de Granada se articulaba en tres comarcas históricas menguantes en economía y población llamadas de los Montes Occidentales, de Loja y de Alhama, cada una de ellas con sus respectivos municipios de cabecera y sus apegos burocráticos y sentimentales hacia los legajos históricos y la patria chica.
Será a partir de ese momento cuando los municipios de Loja, Alhama y Montefrío -no sin lógicas tensiones territoriales, especialmente por parte alhameña, muy abocada a su propia mancomunidad y sus anhelos de proyección hacia la comarca del Temple- deciden crear un consorcio turístico llamado del Poniente Granadino, cuyo objetivo primero debía ser la redacción de un documento capaz de aspirar a los programas europeos para el desarrollo rural Leader II (1994-1999). Y el programa Leader llegó.
En 1993 los municipios de Alhama, Loja y Montefrío deciden crear un consorcio turístico llamando del Poniente Granadino.
Hasta aquí la vocación retrospectiva de este artículo que redacto desde la perspectiva del gerente de aquel consorcio pionero; en esta materia no soy un indocumentado. El presente de la historia ha producido ya logros suficientes de la mano del Grupo para el Desarrollo Rural del Poniente Granadino (GDR), feliz secuela de todo aquello que desde entonces -y aún hoy- gestiona millones de euros en ayudas a la inversión empresarial y pública para una tierra que ya sí figura en las cartografías de la UE.
A mi entender, y a mi discreto pesar, hoy en día el Poniente Granadino es todavía un concepto territorial sometido a demasiadas tensiones políticas y existenciales de terruño, cuya unidad de acción parece aún en exceso dependiente de la respiración asistida de los fondos europeos (qué fácil es iniciar amistades en torno a una barra en la que el ventero convida), pero que no acaba de creer en un futuro común de largo recorrido ajeno a las rencillas de los distintos partidos de Villa Arriba y de Villa Abajo.
Hoy en día el Poniente Granadino es todavía un concepto territorial sometido a demasiadas tensiones políticas y existenciales de terruño.
Ahora que vienen otra vez recursos del continente en forma de programas de “recuperación, transformación y resiliencia” para superar la crisis pandémica, nuestros pueblos tienen el reto de volver a tejer relaciones y estructuras supra-municipales desde las que aspirar a mejoras de todo tipo, a las que no podemos llegar con competencia suficiente actuando de modo individual (infraestructuras, vivienda y movilidad, eficiencia energética y medio ambiente, rehabilitación de conjuntos históricos…).
Nuestros pueblos tienen el reto de volver a tejer relaciones y estructuras supra-municipales desde las que aspirar a mejoras de todo tipo.
El pasado no sirve para explicar todas las cosas; la perspectiva de nuestras pequeñas y anacrónicas comarcas históricas y la soledad de las demarcaciones municipales deben adaptarse a nuevos conceptos territoriales colaborativos y multilaterales. Creo que lo que nos define no es de donde venimos, sino hacia dónde vamos, y opino que debemos ir a territorios de encuentro y confluencia de más extenso horizonte.
El Poniente Granadino vuelve a tener la oportunidad de encarar el futuro desde una red de municipios capaces de ser -con lealtad- dentro de él, sin dejar por ello de tener autonomía para participar en proyectos territoriales en otros ámbitos. Los pueblos más grandes en redes de ciudades medias, los pueblos más bellos en marcas turísticas tematizadas, los pueblos más agrarios en denominaciones de origen específicas para sus productos primarios de excelencia. El Poniente Granadino no quita, solo da.