José María Martín
Trovador en la Última Frontera
De Feria y Fiestas
Pasó la semana insigne,
la Feria Grande de Loja,
la mayor de las dos ferias,
la más grande de las fiestas.
Nos dimos una vueltecita
y disfrutamos a rabiar,
de una o varias cervecitas,
familia, amigos y vecindad.
Son casi quince años fuera,
que parezco ya extranjero,
se echa de menos la tierra,
a amigos y a compañeros.
Yo no fui con la sandía,
bajo el brazo pa la casa,
que en montones se esparcían,
entre Anastasio y la plaza.
Mas,
me sentí un poquillo trepa-orzas,
también los llamados Tejeros,
porque yo dormí en la cama
y mi primo,
en un colchón en el suelo.
Anduvimos por casetas,
de las de la feria de día,
donde corría el rebujito,
el jamón y la sangría.
Después por la plaza abajo,
me alegró ver tanta gente,
contenta y bien avenida,
gente joven, extrovertida.
Gente alegre y divertida,
extraños y a conocidos,
parentescos por la pinta,
les buscaba el parecido.
Después de reponer fuerzas,
en lo de Loli y Peazos,
por la feria de la noche,
también dimos un vueltazo.
Ya había terminado Melendi,
que no era mu de nosotros,
así que cuando llegamos,
estaban cantando otros.
Nos quedamos al pachangueo
y vimos a más amigos,
mucho abrazo y ajetreo
y de otros hijos pródigos.
También hubo su tormenta,
eléctrica, mucho aparato,
pero de llover poquito
y además muy poco rato.
Y así se nos hizo el día,
aumentando nuestra renta,
porque todas estas alboradas,
pa los incensarios, cuentan.
Y aunque algunos se piensen, que
cualquier tiempo pasado, fue mejor,
hay que disfrutar el presente,
porque como dirían Les Luthiers:
“Cualquier tiempo pasado, fue anterior”.