
José María Martín
Trovador en la Última Frontera
La ignorancia es atrevida.
Perdonen que hoy les comente,
pues me atañe personalmente,
que me han vetado diez años
para poder salir de incensario
por no haber sido obediente.
Porque el pasado Octubre,
con siete amigos yo fuera
a la estación de Bobadilla
a dar un golpe y cantara,
lo mismo que si ensayara.
Un acto al que fue invitada
de incensarios la asociación
para promocionar, propagar,
difundir, pregonar, divulgar,
lo que es nuestra tradición.
Y llegó la insigne inquisición,
y por si alguno se achicaba,
informaba, advertía, avisaba,
que de Damocles la espada,
sobre nuestra testa estaba.
Pero a estos siete incensarios,
y el que aquí está escribiendo,
bien sabían que debían hacer,
no le asustan las sanciones,
pues no es la primera vez.
Por algo tuvo buen maestro,
que venía de buena escuela,
y le enseñó que de incensario,
se puede vestir cualquiera.
Pero que ser incensario,
iba mucho más allá,
que importa más la amistad,
conservar la Tradición,
y hay que tener dignidad.
Siempre digo que fui alumno
de José García Quesada,
pa quien no sepa quién es,
el amigo “Pepe Lizana”.
Que él fue mi maestro, sí,
de la escuela de Boegas,
junto con Rafa “Sereno”
en el antiguo tugurbio,
allí aprendimos de lleno.
Y siempre nos dijo que
no importa cómo se canta,
ni hay que tener buena planta,
que ser incensario era y es,
mucho más que salir vestío
un día de Semana Santa.
Siempre que algún turista,
locutor, comentarista,
que de saber anhelaba,
ya fuese o no periodista,
y que a él le preguntaba,
Empezaba respondiendo,
con toda solemnidad,
con seriedad y sentimiento,
que la corría incensarios son,
ocho amigos de verdad.
Él fue quién en una ocasión,
que el Sepulcro subastaban,
en la Peña, abajo en el salón,
una gran lección nos daba,
pues de normas informaban.
Dijo aquello de “¿nos vamos?”,
con su voz seca, rasgada,
que del alma le salió,
“normas a los incensarios”
“arrrrrrrr sacoooo”.
Con esto daba a entender,
que en los incensarios de Loja,
la norma que se seguía,
debía ser el buen criterio,
del maestro que les guía.
Que había que saber estar,
comportarse, respetar,
atentos siempre al maestro,
de la cabeza pendiente,
y hacerlo con sentimiento.
Hace ya cuarenta años
y hoy más vigente que nunca,
nos viene que ni pintado,
porque mandar en los incensarios
algunos se han arrogado.
Una agrupación que entonces,
ni siquiera había nacido,
y se atribuye poderes,
por su gracia recibidos,
les tengo que decir dos cosas.
Una: me parece bien que
manden en sus menesteres,
pero que no intenten mandar
en aquello que las tradiciones,
por algo, nunca les quisieron legar.
Que dicten normas pa ellos,
y que las cumplan si quieren,
que se sancionen si estiman,
se multen y se castiguen,
se penalicen e impriman.
Un consejo, espero que bienvenido,
hagan y cumplan su cometido,
que no es otro que subastar,
los cacharros de incensarios,
que tienen en su hermandad.
Y déjense de normas y reglas,
pa poner a los incensarios,
que sabemos ser amigos,
sin tantos falsos martirios,
sin vetos, y sin castigos.