José María Martín
Trovador en la Última Frontera
Para ese pueblo Palmero sencillo y trabajador, sepa que somos paisanos, que, con ellos, estamos tos.
El diecinueve Septiembre
en la isla de La Palma,
reventaba aquel volcán,
y se terminó la calma.
Empezó a verter su lava
por cuantas bocas tenía,
y allí por donde pasaba,
las casas las derruía.
También toas las plantaciones
de plátanos que allí había,
sí estaban en su camino,
a su furia sucumbían.
Pero a mí me ha sorprendío,
y eso ha sío, mu gratamente,
es ver la gran entereza,
que ha demostrado su gente.
Gente sencilla, de pueblo,
que todo lo van perdiendo,
sus casas y sus cultivos,
y también, tos sus recuerdos.
Cualquiera que, en su lugar,
aquello hubiera sufrió,
al que más, y al que menos,
la cabeza, se le había ío.
Pero ver a los Palmeros
hablar con serenidad,
con pena, pero con aplomo,
pues saben, que es un volcán.
La fuerza de la naturaleza,
desatada sin piedad,
y saben, que ningún esfuerzo,
la lava puede parar.
Un pueblo noble, el Palmero,
te cuentan con dignidad,
con ese acento meloso,
toda su fatalidad.
A ese pueblo sincero,
fuerte, honrado, solidario,
le tenemos que ayudar,
a superar su calvario.
Por eso yo os conmino
a la gente la comarca,
que echéis tos una mano,
y que mandemos un arca.
Y de parte tós los pueblos
del Poniente Granaíno,
ayudemos a esa gente,
a reparar su destino.
Tomemos la iniciativa,
y a trabajar empecemos,
veamos que necesitan,
y tos juntos lo mandemos.
Para ese pueblo Palmero
sencillo y trabajador,
sepa que somos paisanos,
que, con ellos, estamos tos.