
Sergio Piñar Guerrero
Estudiante de Ciencias Políticas
Educar
Todos los sectores de la población, pero los jóvenes en especial con la expansión del sector público en los últimos años, dependemos de lo público para desarrollar nuestra vida tanto personal como profesional sin que nuestro nivel de renta sea una barrera para ello. Si algo nos ha permitido y nos permite desarrollar nuestro proyecto vital intentando evitar muchas trabas socioeconómicas con las que se encuentran muchos jóvenes es la educación pública.
La enseñanza pública tan denostada por algunos, pero tan importante para la mayoría no es peor que la privada; lo demuestran los datos, los informes y lo comprobamos con nuestra propia experiencia día a día. Aún así, debemos ser conscientes de que el nivel de renta sí determina las expectativas de futuro y de éxito de un joven, porque la administración pública no solo debe asegurarse de que todos tenemos la oportunidad de ir a un centro educativo, sino que esto debe ir acompañado de ayudas que garanticen a todos los estudiantes el acceso a la tecnología, a los libros de texto, a la vivienda si se reside fuera del núcleo familiar, etc.
Pero no podemos basar los contenidos de nuestro sistema educativo únicamente en aprender matemáticas, inglés e historia; cada vez vemos más espacios en las aulas dedicados a educar en igualdad, en saber gestionar nuestros sentimientos a través de la inteligencia emocional para evitar enfermedades mentales en aumento tras la pandemia, y a conocer una diversidad sexual de las que se nos habla muy poco.
La proliferación de este tipo de charlas en los centros educativos choca con la difusión de un mensaje que es contrario al que se da en estas actividades y que vuelve a calar en ciertos sectores de nuestra sociedad, además de que, como hemos visto, empieza a tener poder institucional. Ante esto la extrema derecha propone implantar lo que ellos denominan suavemente con un eufemismo como “pin parental”, pero que en realidad es un veto educativo. Un padre o una madre no puede evitar que su hijo conozca la realidad más allá de lo que a ellos les parezca correcto: Un niño de padres homófobos tiene derecho a saber que no solo existe una manera de amar, un chico cuyos padres son antivacunas debe saber que las vacunas salvan muchas vidas y cualquier persona, aunque sus padres nieguen la violencia de género, ha de saber que esta sigue existiendo.
Por otra parte no puedo dejar de señalar que la educación pública supone un coste, algo que aunque parezca muy obvio solemos caer en la trampa cuando escuchamos mensajes tan populistas como falsos de que “el gobierno se está forrando con nuestros impuestos”, como dice algún presidente autonómico con aspiraciones nacionales, ya que cuando se hacen anuncios de “bajada masiva de impuestos” y este tipo de propaganda, en lo que se traduce es en un empeoramiento de los servicios públicos en detrimento, principalmente, de las clases trabajadoras. Por supuesto que los impuestos no deben ser abusivos, pero sí son necesarios y sobre todo han de ser progresivos, es decir que paguen más quiénes más tienen.
En definitiva, la educación es el principal motor de cambio y de progreso de una sociedad y de las personas a nivel individual, y como tal las instituciones tienen la obligación de hacer que esta sea de calidad y accesible a todos, sin excepción.