Sergio Piñar Guerrero
Estudiante de Ciencias Políticas
Acento andaluz
En 1977 España comenzaba a abrirse al mundo y rebelarse en contra de una dictadura que pretendió silenciar a nuestro país 40 años. Los demócratas, la juventud, la clase trabajadora, en definitiva, los más perjudicados por el régimen franquista comenzaron a alzar su voz para reclamar lo que en 1936 se les arrebató.
El pueblo andaluz no fue menos en ninguno de los sentidos. El 4 de diciembre Andalucía se echó a la calle para pedir su autonomía y con ella derechos, libertades, igualdad, solidaridad entre territorios… Casi dos millones de personas llenaron las ciudades de Andalucía de blanco y verde, un blanco y verde que quedó manchado por la sangre de García Caparrós, asesinado en la manifestación convocada en la ciudad de Málaga donde ejercieron una represión descontrolada e injustificada contra los manifestantes. Este joven de 18 años se convirtió en un mártir involuntario de nuestra autonomía. Toda esta lucha del pueblo andaluz por su autonomía no fue en vano; el 28 de febrero de 1980 los andaluces votaron en referéndum por su autonomía.
Más de 40 años después de estos hechos uno de los partidos que sustenta el gobierno de la Junta de Andalucía, que no cree en la autonomía de nuestra región, pide que lo que celebramos el 28 de febrero se traslade al 2 de enero por un hecho histórico que ocurrió hace seis siglos; quizás porque sus pensamientos concuerden más con esa época que con la actual. Quieren gobernar Andalucía, pero no creen en ella.
Constantemente desde fuera de nuestra comunidad hemos oído burlas hacia nuestro acento o hacia nuestra forma de vivir; muchas veces por parte de representantes políticos y en el mismo Congreso de los diputados. Aunque no es una cuestión de acento, es una cuestión de clasismo; de tildar nuestra manera de habar como un mal español y un signo de analfabetismo, ya que se relaciona con la gente trabajadora y con el campo, como si eso fuera algo de lo que deberíamos avergonzarnos.
En contraste a este cierto desprecio, un gran número de jóvenes andaluces se ven obligados a emigrar a otras comunidades por obligación debido a la imposibilidad de encontrar oportunidades aquí. La precariedad y la temporalidad son, por desgracia, una seña de identidad del empleo juvenil en España, pero mucho más agravado en Andalucía. Un clarísimo ejemplo de esto es la contratación hace escasos meses de 600 enfermeras andaluzas de en torno 24 y 25 años por parte de la administración catalana. Mientras que aquí se les ofrecían contratos de 3 meses allí optaban a contratos de 2 años. Se preparan aquí y desaprovechamos su talento.
Picasso, García Lorca, María Zambrano, Mariana Pineda, Blas Infante, Victoria Kent y muchos más son andaluces reconocidos en distintos ámbitos, pero son millones las personas anónimas que llevan por bandera a Andalucía cada día, algunos dentro y otros, por falta de oportunidades, lo hacen fuera de nuestras fronteras. Andalucía, al igual que España, no es una bandera ni un himno, Andalucía son las personas, todas.