Sergio Piñar Guerrero
Estudiante de Ciencias Políticas
44 años
Hoy hace 44 años que se aprobó el texto más importante de la historia reciente de nuestro país, la Constitución de 1978. Los 44 años más fructíferos de España en muchos sentidos, aunque haya quien se empeñe en decir lo contrario. En ese momento yo no había nacido, ni mucho menos, pero solo hace falta conocer un poco nuestra historia para saber lo que deseamos para el futuro y lo que no queremos volver a vivir.
La carta magna se aprobó en un momento crucial y complicado gracias a la negociación, consenso y convencimiento de personas de distinto color político e ideología, algo que hoy en día echamos de menos en muchas ocasiones. Pero todo esto no solo fue posible gracias a las élites políticas del momento sino también, y sobre todo, al compromiso de la sociedad española con el cambio y con la democracia que se resignaba a continuar viviendo bajo el paraguas de la dictadura y el autoritarismo. Se introdujeron una serie de derechos sociales y libertades públicas nunca vistas en nuestro país que permitieron que la diversidad y la pluralidad de la ciudadanía española floreciera después de 40 años de represión y oscuridad. Hoy, 44 años después, esa España diversa y plural sigue estando presente a pesar de que cada vez se encuentra más amenazada.
Sin embargo, no todo fue perfecto y eso requiere de cambios y modificaciones que se adapten a los tiempos en los que vivimos. Las sociedades avanzan y la española también lo ha hecho, lo que era válido y era un gran paso en la década de los 80 puede que hoy se quede un poco corto. Ejemplificándolo con un símil, el mejor coche de los años 80 se nos quedaría muy desfasado en nuestros días, de la misma manera que nuestra ley fundamental, muy avanzada y adecuada para la época, requiere hoy de una renovación para adaptarla a los tiempos y a las demandas de una sociedad, la española, que en 44 años ha cambiado.
Como sabemos para esto se necesita la valentía y el consenso de nuestra clase política; y creo que ni una cosa ni la otra encontraremos, en el corto plazo al menos. Solo será posible cuando nuestros líderes antepongan el interés general al interés personal, partidista y electoral de cada uno de ellos. Aunque en un principio la fragmentación parlamentaria actual se pueda ver como un obstáculo para la consecución de acuerdos como este, es en realidad una oportunidad para aunar distintas sensibilidades que trasladen también el acuerdo a la calle creando consenso y concordia entre los españoles.
Lo cierto es que tal y como está el panorama esto parece que es pedir demasiado. Ahora nos conformamos simplemente con que se cumpla la Constitución, que quien más la reivindica, aunque en su momento no la votara ni a favor, cumpla todos y cada uno de los artículos que en ella vienen escritos. La Constitución no es de unos pocos, es de todos: de nuestros padres y madres que nacieron con ella y de mi generación, que debemos considerarla como un regalo hecho por nuestros abuelos para que nosotros naciéramos en un marco de paz y convivencia y no repitamos lo que ellos vivieron durante 40 años.